27 mayo 2013

MADE IN

Había una vez una fábrica de muñecas situada en algún lugar del mundo.
En este tiempo estaban fabricando las muñecas Mandy, unas muñecas muy especiales.
Cuando las muñecas estaban acabadas, se las llevaba a una tienda.

Allí fue donde Laura conoció a sus dos mejores amigas: Lili y Yumma. La primera vino de China y la segunda de África.
Desde el día en el que se encontraron en la tienda, se hicieron inseparables; por lo menos hasta el día en que Sara, una niña de ocho años, fue a esa tienda por su cumpleaños y compró a Laura.
Cuando Sara salía de la tienda, entró Jorge, para escoger una muñeca originaria de China, que no podía ser otra que Lili, para regalársela a su prima Sofía, que iba a hacer la comunión.
A la tienda también entró Marta, que eligió a Yumma como muñeca preferida.
Ese fue el peor día de la pequeña Laura, porque para ella, Lili y Yumma eran como su familia, sus hermanas.

Pasaron los años y Sara se hizo mayor, ya se aburría jugando con ella y la ponían tantos deberes que ni siquiera tenía tiempo para pasarle el trapo del polvo por encima.
Laura se sentía como un trasto que no hacía nada más que estorbar. Un día ese sentimiento se convirtió en realidad. Sara estaba haciendo una limpieza general por su cuarto y a ella la cogió y la posó en el fondo de una caja de cartón destinada a Cáritas.
Cuando Sara acabó de llenar la caja, la cogió y la metió en el coche.

Cuando llegaron a Cáritas una mujer anciana cogió a Laura y la colocó en una estantería en la que había un cartel en el que ponía “Muñecas Mandy”
A Laura la colocaron entre una muñeca china y una africana.
Laura no cabía en su asombro: ¡después de 7 años volvía a ver a Lili y a Yumma!
Pero justo cuando volvían a estar juntas entró una chica que le preguntó a la señora si tenían muñecas Mandy.
La señora la llevó hasta la balda en la que estaban Lili, Laura y Yumma y otras cinco muñecas.
La chica cogió primero a Yumma, luego a otras dos muñecas y luego volvió a por Lili.
Otra vez Laura se quedaba sola.
Pero cuando la chica estaba saliendo por la puerta, la señora la llamó y la dijo que se olvidaba a una: Laura.
La chica volvió, cogió a Laura, pagó y metió las muñecas en un coche rojo.

Cuando llegaron a su destino, la chica, que se llamaba Silvia, las llevó a un cuarto grande donde había una colección casi completa de muñecas Mandy.
La colección la completaban las tres hermanas.
Paula Díaz Ortiz

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